Nos falta un mes

Mi querido marmotillo,

hace ya un año que estás aquí, un año entero con nosotros, 366 días de ese día tan extraño. Porque es extraño que se tengan tan malos recuerdos de un día feliz. Me da pena no poder tener una bonita historia que explicarte, me da pena que tu llegada al mundo esté mezclada con sentimientos de miedo, de inseguridad, de tristeza. Me da pena que no entendiera por qué la gente me daba la enhorabuena.

Ese día no lo esperábamos, ni tú, ni yo, ni nadie estábamos preparados, pero ganaron los porsiacasos y aunque mi pecho, mi piel y mis brazos estaban ahí para ti, se quedaron en cruz esperando, temblando y no pudimos abrazarnos. Y eso me falta. Eso me faltará siempre.



En las semanas siguientes lo natural, lo sencillo, se transformó en arbitrario y rocambolesco. Nos intentaron anular el instinto porque había un protocolo a seguir. No nos respetaron y tuvimos que luchar. Tuvimos que insistir, preguntar, llorar y gritar para poder hacer lo que nos salía del alma y de las tripas, lo que estábamos destinados a hacer. Las soluciones eran sencillas, de sentido común, pero volvieron a ganar los porsiacasos. Siento como si nos hubieran robado esas cuatro semanas, ya imposibles de recuperar, y aún me pesa el corazón.



Este año juntos he llorado menos que el año anterior, estoy aprendiendo a no guardar rencor, pero aún hay días que me siento en la cocina callada a estar triste y, a veces, cuando oigo los cuervos, veo esas fotos de carretes caducados o alguien nombra el hospital aún se me encoge el estómago.



Sé que poco a poco los restos de tristeza y de miedo se irán yendo, que he aprendido a defenderme más y mejor, pero también sé, mi niño, que nos falta un mes.

Te quiero.

Mamá Marmota