domingo, 26 de febrero de 2017

Vorfreude

No me gustan las fresas en enero, ni las luces de Navidad que se extienden hasta más allá de la Candelaria (vecinos de enfrente: dejo abierta la línea de respuestas por alusiones, ejem). Creo firmemente que cada cosa tiene su momento, cada fruta su temporada, cada fiesta su calendario. Es por eso que me ha costado admitir que, por mucho que me guste ponerme el gorro de lana verde, por mucho que me reconforte llegar a casa con la nariz roja y calentarme las manos con un té, por mucho que la nieve haga que me brillen los ojos, ya tengo ganas de primavera. Hala, ya lo he dicho.

Los paseos de Lola, las flores de los lunes de Caterina y este domingo de Ana me han dado el empujoncito final para aceptar que sí, que ya me alegro por adelantado, estoy impaciente o tengo ganas (como quiera que se pueda traducir Vorfreude) de verde, de que se levante esta niebla pesada, aligerarme, cortarme el pelo, dejar estar lo que me pesa, no tomarme nada demasiado en serio y airearme: yo, mi madriguera y mi cámara.

Fantaseo con nuestros encuentros en el huerto comunitario del barrio para plantar cebollino, fresones y frambuesos, con paseos por el Augarten siguiendo a los mirlos y los carboneros, con excursiones al aroma de ajo en el Prater y, sobre todo, con volver a casa llenos de barro para preparar pesto con todo lo que recolectemos.



Uso esta especie de pesto, que no es más que las hierbas trituradas con aceite de oliva, para conservar las aromáticas frescas, sobre todo las que tienen una temporada muy cortita, como es el ajo silvestre o ajo de oso. Ya he hablado muchas veces del Bärlauch que es de las primeras en crecer en primavera y es la señal de que el invierno ya se retira. Tiene un sabor fuerte pero delicado, en el sentido de que en cuanto se cocina pasa de ajo a espinaca, así que preparándolo de esta manera es ideal para añadirlo a sopas, pastas, vinagretas o salsas sin perder su intensidad.

Creo que no se da muy bien por el Mediterráneo, pero por las zonas más húmedas y montañosas quizás sí (¿algún chicarrón o chicarrona del norte en la sala nos lo puede confirmar?). En cualquier caso, este método se puede usar perfectamente con albahaca, perejil o cilantro, para así tenerlos siempre a punto o para conservar los excedentes que da el huerto.

¡Salud!


5 comentarios:

  1. Aquí, nuestro duro y frío invierno, no baja, a lo sumo, de 15° y oyes a la gente decir q a ver si llega ya el verano... ;)
    En enero estuve en Suiza, en plena ola de frío, con mi pareja. Todo estaba precioso, blanco blanquisimo y con mínimas de -8°. A ambos nos encantó, pero coincidíamos en que esta genial para un ratito. Pasar un invierno entero a esas latitudes debe ser la repanocha!!
    Ánimo... ya falta menos!!

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    1. Más que la nieve que da mucha luz y alegría, o el frío, una se abriga y ya, lo que me cansa es la capa gris de niebla alta que se instala durante días. A ver si se levanta pronto, los pajaricos ya nos despiertan,no debe de quedar mucho. Un beso 😘

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  2. Aquí en Baviera también se escuchan ya los pajaritos, incluso cuando ya ha oscurecido a las 18.00! No queda nada.
    Me sale la Vorfreude por las orejas.

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    1. Jajaja, me ha encantado la expresión, muy gráfica 😂😊

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  3. En el País Vasco no nos podemos quejar en comparación a lo que estáis comentando. Ya llevamos semanas escuchando a los pájaros por la mañana y los tomates que ha plantado mi padre en casa están creciendo a la velocidad de la luz.

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