jueves, 1 de febrero de 2018

El minimalismo (y la madre que lo parió)

Hace mucho, mucho tiempo, allá por el Pleistoceno, acabé la Universidad en la tercera promoción de una diplomatura que además de ser, eso, nueva, se apellidaba social. Todo el mundo lo sabe, si estás en una carrera que se apellida social y además es de "nueva creación", lo más probable es que te pases la mitad de la carrera buscándole las contradicciones a las teorías y a las prácticas, planteándote replanteamientos y replanteándote los planteamientos que te replanteabas. Una va creciendo, se va volviendo más pragmática y esas diversiones ya no le atraen tanto. Peeeero.... quien tuvo retuvo y siempre tengo ese espíritu crítico de abogado del diablo en (casi) todo lo que hago. Aunque no dejo que me impida hacer las cosas, claro.




Este enero en #12pequeñoscambios nos hemos dedicado al minimalismo y yo no he llegado a ninguna meta. El minimalismo no es para mí, sé que no voy a llegar jamás a ese estado zen en el que mis posesiones me importen un pimiento. Tengo cosas y a muchas de ellas les tengo cariño y algunas quiero seguir teniéndolas. Me he deshecho de lo que realmente no quiero, no me aporta y no voy a usar: la basura. En definitiva, no tengo grandes "antes y después" que enseñar, porque lo mío va a ser más una carrera de fondo.




Mi sistema es un sistema permanente de diario. Es decir, ni mi carácter ni mis circunstancias me permiten pararme a hacer limpieza ni a lo grande ni a lo medio, pero siempre mantengo esa mirada medio de lado en todo lo que hago durante el día y casi cada día descubro cosas que poner en mi "out box" (la cesta donde voy metiendo todo lo que encuentro susceptible de ser donado, tirado a la basura, cambiado o regalado). La basura se va acumulando por todas partes y me va estupendo tener esa cesta para poner todo lo que me salta a la vista mientras recojo: ya sea una mermelada de rábanos con pimienta rosa que está en medio mientras apretujo la compra en la despensa, los medicamentos caducados que descubro cuando intento que quepa el último jarabe que nos recetaron para el catarro, el libro que no sabía ni que existía que me salta a la vista mientras coloco los libros que nos han traído los Reyes Magos o ese par de calcetines que saco al ir vestirme y me pican mucho y, la verdad, la vida es demasiado corta para no usar cada día calcetines blanditos y suaves.

Este mes hemos reflexionado en voz alta sobre el apego que tenemos a las cosas hechas a mano, las manualidades y lo que uno mismo se ha currado. También sobre el tema regalos y recuerdos, que en el fondo son de las cosas que más se acumulan sin saber muy bien por qué y por supuesto, hemos hablado largo y tendido de los "por si acasos".



Porque ahí sí que le tengo que dar yo la razón a Tartaruga y creo que un poco contradictorio con el tema ecológico sí que es deshacerte de un montón de cosas que quizás un par de meses más tarde vas a tener que comprar. Además, que una que está intentando reducir basura y plásticos acabe sacando más bolsas de basura que cuando no lo intentaba pues como que no pega ;-P. Mi punto débil en este tema son los papeles, cartones, revistas y otros "materiales" de manualidades, que acabo guardando por si acaso. A la hora de la verdad: o bien nunca encuentro ese material porque no lo tengo debidamente organizado, o bien no hay nada en el material que guardo que me acabe de gustar, o simplemente ni me acuerdo de que lo tengo y acabo comprando nuevo material. Concluyendo: intento guardar menos material sabiendo que lo iré acumulando igualmente, así que volverá a mí. Eso sí, intento guardarlo mejor, buscarlo antes de ponerme a hacer un proyecto nuevo y adaptar el proyecto al material que ya tengo. Con esto voy manteniendo a raya al menos, el hecho de comprar material nuevo.

En resumen, que hemos aprendido mucho, que hemos caminado poco a poco para tener unas casas menos llenas y más limpias y que estoy muy contenta de mis dos sistemas de entradas y salidas, que voy a usar ya para siempre, porque sé que los voy a necesitar para siempre, porque sé que minimalista, minimalista, nunca lo voy a ser. ¿Nadie es perfecto! ;-)

¡Salud!

Por cierto, pasaros por lo de Paula a leer sobre el tema de febrero ¡la guerra química! ;-)

4 comentarios:

  1. Mmmm... allá por el Pleistoceno... curioso...

    Pedagogía Social? Educación social? ;)

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    1. Sí a todo: educación primero, pedagogía después :-)

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  2. Yo es que lo de la eliminación del apego por las basurillas lo veo, como tú dices, como una carrera de fondo... de mucho fondo y muuuy larga. Detrás de cada objeto que no tiras hay una historia que necesita su tiempo para madurar. Es curioso cómo algunas cosas se tiran ahí en la estantería años, hasta que un día dejas de verlas como algo importante y puedes deshacerte de ellas sin culpa ni pena.
    Un beso :*

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    1. Sí, y a mí me ha pasado también al contrario, cosas que tiras y después al cabo de meses o años te das cuenta de que la podrías haber necesitado, pero oye, "dejar ir" es lo que tiene :-)

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