Cada trabajo tiene sus riesgos, sus accidentes y sus problemas de salud. Cuando trabajaba en la cafetería recuerdo que todas las que estábamos en la cocina acabábamos con unas quemaduras diagonales en la cara interna del antebrazo. Eran las quemaduras accidentales de sacar las bandejas del horno con los cantuccini, los panecillos de albahaca o la tarta de chocolate amargo y frambuesas.
El otro día me di cuenta de que ya no tengo esas cicatrices y por un momento me dio penita. Sí, me dio pena porque trabajar en esa cafetería era muy parecido a lo que describe Orangette sobre Boat Street en su último libro. Es un lugar personal y gemütlich. Un lugar que se parece más a una cena entre amigos, del tipo en las que la gente se reúne en la cocina a charlar y a tomarse un traguito, que a un restaurante. Un lugar donde reírse aunque se sude la gota gorda y donde una se siente que forma parte de una familia.
Echo de menos trabajar allí y lo mucho que aprendí, a pesar de lo duro que trabajábamos, a pesar del estrés que suponían las mañanas de los sábados y la maldita masa quebrada. Echo de menos preparar las jarras enormes de té del turno de mañana, el olor del café tostándose a última hora de la tarde, el glorioso momento en el que llegaban los jefes por la mañana y nos preparaban el primer capuccino y mojar un Salzstangerl en las sopas, sobre todo en las de base de patata.
Lo bueno de estas sopas es que son fáciles y dan mucho juego. Se prepara una base de sopa de patata (y en mi caso de calabacín) y cada día se puede cambiar el pesto que le pones, de manera que cada día tienes una crema de sabor distinto. Yo la he probado con pesto de albahaca, de rúcula e incluso de hojas de rábano.
Crema de patata, calabacín y pesto (inspirada en la que servíamos en el café 220 Grad)
Ingredientes
una cebolla picada
aceite de oliva
dos o tres patatas medianas
dos calabacines medianos
sal y pimienta al gusto
Para el pesto
un puñado de albahaca fresca (o rúcula, o las hojas de un manojo de rabanitos)
aceite de oliva
un diente de ajo pequeño (opcional)
un puñado de parmesano rallado (opcional)
un puñado de piñones (opcional)
Se pocha la cebolla en un poco de aceite de oliva y una pizca de sal para que no se dore demasiado. Cuando ya está transparente se añaden las patatas peladas y troceadas y los calabacines troceados (a mí me gusta el colorcito verde que queda de los calabacines sin pelar, pero se puede pelar y dejar que sea el pesto el que de el color verde), se le dan unas vueltas, se cubre de agua y se deja cocer unos 15 minutos, o hasta que las patatas estén tiernas. Se deja enfriar un poco y se tritura.
Mientras, se trituran juntos todos los ingredientes para el pesto.
Se sirve un bol de la sopa con una cucharada del pesto.
En verano se puede servir fría de la nevera.
¡Salud!
Me ha encantado esta entrada, Marmotilla nuestra. Y la sopa también. Besets.
ResponderEliminar¡Gracias! ¡Muacks!
EliminarPreciosa entrada =)
ResponderEliminar¡Gracias! Un abracito :-)
EliminarUna de las cosas que más me hacen decidirme por una cafetería, un bar o un restaurante por encima de otros es ver que la gente que trabaja en ellos está contenta allí. Me transmite una sensación de "buen rollo" inmediato!
ResponderEliminarY es un gusto trabajar cuando hay buen rollo y te sientes parte del proyecto :-)
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