Llega un momento a mitades de agosto que se puede oler el otoño. Da igual que estemos a 35 grados, las avispas empiezan a ponerse más pesadas de lo habitual, los atardeceres tienen ese tono naranja tan especial y tienes que encender la luz a la hora de cenar. Ya sé que a la mayoría os van a dar picores cuando leáis esto, pero aquí, en cuanto se acerca un mes con erre en su nombre se acabó el irse a bañar y el achicharrarse. Es en estos días cuando empiezo a prepararme para el otoño, tengo una lista de cosas que hacer: remendar el abrigo de lana verde, hacer el cambio de ropa, reparar la tetera que se rompió, preparar el horno y la calefacción... y este año también quiero volver a ir en bici regularmente.
El cambio que nos proponíamos en agosto era precisamente reflexionar sobre movilidad y cambiar nuestra manera de transportarnos para hacerla más sostenible. Transporte necesitamos todos, de eso no nos escapamos, y todo el transporte gasta energía y crea residuos, pero con un poquito de cuidado podemos reducir mucho esos residuos. La verdad es que hay muchas posibilidades en este tema, por ejemplo, intentar usar el avión lo menos posible (es de lejos el transporte más contaminante) pero yo me voy a centrar en hacer apología de la bicicleta.
Tengo la suerte de vivir en una ciudad donde no necesitamos coche en absoluto y donde tanto el transporte público como las infraestructuras para ir en bicicleta son bastante envidiables. En Viena el transporte público es tan bueno que la gente no va tanto en bicicleta como en otras capitales europeas, pero aún así, sobre todo los días que sale el sol, hay hasta colas en los carriles-bici.
A pesar de todo eso, de no tener ni necesitar coche y de tener bici propia y una red de carriles estupenda todavía soy una ciclista dominguera. Durante la semana todavía no me atrevo a ir en bicicleta por la ciudad, me da miedo. Temo a los coches y los autobuses, temo no tener claras las direcciones donde ir, perderme y aparecer en medio de una calle de cuatro carriles rodeada de camionazos (creedme, me ha pasado)... Los fines de semana todo eso mejora porque el tráfico es mucho más relajado y porque siempre voy en convoy con el resto de la familia y puedo relajarme y disfrutar del paseo.
Pero bueno, vamos a lo de hacer apología. La agencia municipal de la bicicleta aquí en Viena tiene un lema que me encanta "¿Por qué no vas en bici?". Me gusta porque implica que lo raro es el no ir en bici. Yo ya he explicado un poco mis dificultades, pero ahora voy a decir que ir en bici me encanta. Me encanta la sensación de atravesar la ciudad hasta las playas del Danubio sin tener casi que compartir carril con vehículos de motor, me encanta soltar los frenos en alguna bajada y recordar cuando tenía 10 años, me encanta dar la vuelta al Ring bajo los árboles y pillar la velocidad justa para pillar todos los semáforos de la Praterstrasse en verde.
La verdad es que es un auténtico placer y quiero hacerlo más a menudo. Ya que agosto me lo he saltado, voy a pasar directamente a septiembre y voy a empezar a subir en bici en trayectos cortos por el barrio cuando vaya yo sola (acercarme al colmado, a clase de yoga o a fisioterapia), a ver si poco a poco me animo y voy aumentando mi repertorio de trayectos sobre dos ruedas.
¿Has viajado mucho estas vacaciones? ¿Cómo lo has hecho? ¿Has tomado un avión? (yo cada vez que tengo que volar tengo remordimientos) ¿Te planteas hacer más sostenible tu viaje al trabajo, a la uni, a la escuela, al mercado? ¿Eres una ciclista habitual? ¿Qué te ayuda a superar el miedo y la pereza de ir en bicicleta? ¡Me encantará comentar con vosotras! Por aquí, por allá o por donde sea :-)
¡Salud!
Yo en la bici soy toda inseguridad. De hecho nunca aprendí del todo (soy incapaz de separar el culo del sillín) pero conducir me da más miedo aún. Por suerte vivo en una ciudad a la que se puede llegar a pie a cualquier lado. Odio cuando no puedo llegar a alguna población en transporte público y tengo que pedir que me lleven. (Y eso me pasa con toda mi familia política) El avión, como decía en mi post, casi no lo uso desde que soy madre.
ResponderEliminarConclusión: voy a tener que buscar a alguien con la paciencia suficiente para enseñarme a ir en bici. Porqué llegar a ciclista dominguera familiar ya sería todo un reto para mí.
Ay! este es uno de mis temas favoritos! Yo vivo en una ciudad bastante hostil para las bicis, con bastante lluvia en invierno y algunas cuestas fastidiosas. A pesar de eso voy en bici cada día :) Tardo 15 minutos de casa al trabajo y llego con la mente y el cuerpo activos. La bici me da independencia, rapidez cuando necesito y me hace sentir que contribuyo a crear una ciudad mejor. Cada vez que un coche me pita pienso: si supieses que voy lenta porque voy generando más aire limpio también para ti...
ResponderEliminarAsí que ánimo con ese reto!será como fin de semana todos los días :)
¿y no has pensado en el patinete? a mi aquí me da miedo ir en bici, en Tenerife no hay nada de cultura ciclista y los coches no respetan en absoluto. Así que me compré un patinete, uno grande para poder llevar al niño al cole. Y estoy encantada! Para distancias muy largas, lo subo al tranvía o a la guagua.
ResponderEliminarY respecto al avión..... buf. Sí, he cogido unos cuentos este verano, pero es que viviendo en una isla es difícil de evitar. Aún así en cada despegue pienso en cuanto aumenta mi huella de carbono.... Para compensar, plantamos árboles y tenemos un huerto. Pero me da a mi que voy a necesitar plantar muuuuchos árboles para compensar....
Uy... este tema es complicado. Cada día he de hacer un trayecto en coche de 30 minutos para llevar a mi hijo al cole, otro de 15 para ir al trabajo y los mismos de vuelta, eso sin contar que su papa vive a otra media hora mås.
ResponderEliminarAdemás, mi familia vive en otra isla, con lo que es inevitable cada dos o tres meses ir en avión (media hora) o en barco (8 horas) para ir a verlos; a ello le añadimos que para cualquier escapada europea, no me libro de los dos aviones por trayecto (uno desde Gran Canaria hasta Madrid y el otro hasta el destino que sea)
Mi pareja es de Madrid. No te quiero ni contar la de aviones que tiene que coger al año.
Vivir en una isla. Es lo que tiene.