Llegamos el jueves por la tarde (aquí la tarde empieza a las 12h), después de habernos dado un atracón de nuestro
Casatiello y otros manjares en el tren. Llovía, así que nos fuimos a visitar el
Deutches Museum. Es un museo espectacular. Es como el
Museo de la Ciencia en Barcelona, pero a lo bestia. Se puede uno pasar días y días allí, aprendiendo mogollón de cosas. Hay apartados para todos los gustos, desde “Alimentación” hasta “Astronomía”. Lo que más me impresionó: la reproducción de las cuevas de Altamira. ¡Aún tengo la piel de gallina!

Después de unas cuantas horas en el museo, y ya destrozaítos, nos fuimos a buscar algún sitio para cenar (Sí, nos hemos acostumbrado a cenar a las 19h, ¿qué pasa?). Estuvimos a punto de entrar en un restaurante de cocina judía el Cohen's, pero al final nos rajamos y nos fuimos a comer un bocadillo en un café la mar de “gemütlich” en el barrio moderno de la ciudad. (Prosaicos que nos estamos volviendo)
Al día siguiente no llovía, de hecho, un sol despampanante nos despertó a eso de las 6 de la mañana. Bajamos a desayunar y OH DIOS MÍO!!!!! ¡Eso era un Buffette de desayuno y lo demás son tonterías! ¡Había literalmente de todo! Nos pusimos como el quico y salimos a pasear.
Comenzamos con una visita mañanera a la cervecería más popular de Munich, la Hofbräuhaus. Donde un simpático austríaco se reunía con sus amiguetes a hacer de las suyas... Es agradable visitarla a las 10 de la mañana, cuando está toda silenciosa y solamente se ven a los camareros tomando café. Me gusta más así que con los berridos de los turistas borrachos a las tres de la tarde. Y por supuesto, me encanta el Biergarten, con sus castaños y sus mesitas de madera.

Parada en la tienda de especias de enfrente de la cervecería. Tenían tantas cosas, que no sabía ni por donde comenzar. Al final, compré un poquito de pimienta de jamaica, que es difícil de encontrar en Salzburg. (Buenísima para marinar pollo, por ejemplo)
Otra parada de compras (pobre Tonisitooo, menos mal que puede hacer fotos!) en el Butlers. ¡Ufff, allí sí que me volví loca! ¡Es que me lo hubiera comprado todoooooo! Al final, solo compré unos corazones de azúcar para decorar pasteles, un mantelito muy amoroso, una funda de cojín y una selección de té verde de diferentes sabores. Moderándome... :-)
Después, fuimos al Viktualienmarkt.

Para la gente que le gustan los mercados, éste es de lo mejor que he visitado (aparte del de Viena, claro está). Hay frutas y verduras exóticas, carnes de todo tipo, quesos, panes, especias... lo que se quiera. Allí compramos nuestra comida del viernes y nos fuimos al Englischer Garten a hacer un picnic.

Una de las cosas que me encantan de las ciudades alemanas es la tranquilidad, y lo verdes que son. Incluso Berlín es así, tranquila y verde. Se puede ir en bicicleta por todas partes, se puede pisar el césped para hacer un Picnic y se puede hacer surf aunque no haya mar.
Cuando nos cansamos de perrear en el césped del Englischer Garten, nos fuimos a merendar al ARAN. Este es uno de los garitos que más me gustan de Munich. Es un sitio donde hacen un café excelente y unos panes buenísimos con cosas por encima. Ellos mismos hacen las hogazas y puedes ver las fórmulas en una carta especial. Un gustazo para los freaks de esto de fermentar y hornear ;-)

Con la tripa llena de pan y café bueno, ya estábamos en condiciones de volver al ataque con las “Delicatessen”. Nos fuimos a visitar el Käfer y el Dallmayr. Dos de los supermercados más caros y pijos de Munich.

Se puede encontrar casi de todo, y cuando vives fuera y ves cosas como olivas la española o tortas de aceite, pues que hace gracia...
El sábado lo usamos para pasear por la ciudad vieja y sentarnos en un banco a observar a los fans del Bayern y del Mainz, que se enfrentaban por la tarde.

En unos grandes almacenes hacían una demostración de cuchillos japoneses y allí que nos fuimos. Cuando nos dieron a probar un poco de sushi, nos entró tal mono, que fuimos corriendo a buscar un japonés.
Para tomar un cafelito, decidimos ir al Bread and Butter. Es un sitio muy raro. Es como un supermercado de cosas antiguas. Se pueden comprar zapatos, ropa, herramientas de jardín, cosas para hacer cerveza, utensilios de cocina...

...y además puedes disfrutar de un café italiano buenísimo, ¡sirven cortados! ¡VIVA! (No es muy usual por estas tierras el cortado), mientras observas cómo preparan el pan y las galletas que venden en la panadería y sirven en el bar.
Y así se acabó nuestra excursión por tierras bávaras. Cansados, pero felices.
Salud!